
Quizá no soy tan pretencioso como lo pensaba. No creo que a ningún pretencioso le entusiasme el nuevo disco de los Strokes, o tal vez sí, y entonces soy más pretencioso de lo que suponía. De cualquier manera, estoy fascinadamente emocionado por el cuarto disco de mi banda favorita sobre la faz de la tierra, los Strokes.
Para empezar, fueron los responsables del primer disco que escuché de principio a fin sin saltarme una sola canción, repitiéndolo como estúpido una y 540 veces más a lo largo del final de mi niñez e inicio de mi adolescencia. El Is This It es, aunque les duela, el mejor disco de la década (sí mis niños, por encima de Godspeed you black emperor y sigur ros), sencillamente por todo lo que provocó, y por todo lo que representa a lo largo de estos años. un disco de rock perfecto, sin ambiciones más allá de lo que sus capacidades les permitían. Letras a cerca de las mujeres, el alcohol y el rock and roll, con su complejismo sútil. Antes de los Artic Monkeys y demás, fueron los strokes quienes pusieron al mundo de cabeza y los responsables de que yo comenzara a usar jeans ajustados, marcandome los huevos y reafirmando mis glúteos; responsables de que dejara crecer mi cabello hasta los hombros y responsables de que Modern Age fuera mi himno de la adolescencia y pubertad.
Siempre quizé verme así:

y si ustedes no, es por que son pretenciosos, igual o más que yo.
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